Ciudad de México a 10 de septiembre del 2023
Ricardo Monreal (RM): Compañeras y compañeros del Consejo Nacional de MORENA:
Me complace saludarlas y saludarlos hoy, a unos días de que nuestro movimiento celebre el duodécimo aniversario de su nacimiento como asociación política.
En una década, MORENA hizo y sigue haciendo historia, transformando la vida pública de México.
Ningún partido o movimiento ha logrado en tan poco tiempo gobernar a tantos millones de mexicanas y mexicanos a nivel municipal, estatal y, desde hace cinco años, desde la Presidencia de la República.
Esto se debe al liderazgo social y político del Lic. Andrés Manuel López Obrador, un hombre que logró organizar y conducir un movimiento social disruptivo, y que ha sabido ganarse la confianza y el amor de las mayorías.
Pero también se debe al implante territorial que MORENA logró como movimiento social al servicio de los sentimientos, las causas y las demandas del pueblo de México, y que por ningún motivo debemos abandonar o soslayar.
Hoy mismo estamos aquí, en reunión con el Consejo Nacional de nuestro movimiento, para dar cauce formal a uno de los grandes cambios históricos que está impulsando MORENA para la vida pública de México.
Me refiero al cambio generacional y de género que representa la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, como nuestra coordinadora nacional y segura candidata a la Presidencia de la República.
Quienes nos encontramos hoy aquí debemos sentir orgullo de ser actores y testigos de este gran cambio histórico que estamos impulsando como movimiento social, político y electoral del pueblo mexicano.
Sin embargo, no podemos olvidar que a toda acción corresponde una reacción. Y mientras más grandes son los cambios, mayores serán las fuerzas que
buscarán revertir, neutralizar o desviar los efectos de nuestro movimiento.
Toda transformación trae consigo el impulso de la restauración.
Quienes perdieron sus privilegios y prebendas económicas, fiscales, presupuestales y políticas buscarán ahora recuperarlas, reinstalarlas y reforzarlas.
En la próxima elección podrá haber una larga lista de candidatos y partidos en campaña, pero sólo dos opciones, dos caminos, dos proyectos: seguir y profundizar el sueño de la transformación nacional o restaurar la pesadilla de la desigualdad, la pobreza y la corrupción.
Para muchas personas, expresar esto es polarizar; para otras, concientizar.
Para muchas, es fomentar el odio social; para otras, la conciencia ciudadana.
Estamos muy bien ubicados en el ánimo y en el corazón de la ciudadanía, pero haríamos muy mal en confiarnos, en pensar que la próxima elección será una cuestión de mero trámite o un día de campo, y en convencernos de que sólo con los nuestros podremos alzarnos con la victoria. Porque no será así.
Debemos buscar a las personas escépticas, a las indecisas, a quienes no perciben que este proceso sea adecuado. Convoquemos a todas y a todos, incluyendo a simpatizantes y militantes de otras opciones políticas, al igual que a ciudadanas y ciudadanos libres, de todos los credos, preferencias sexuales o ideológicas.
Enunciaré solamente algunos de los retos que enfrentaremos:
1. Vamos a los comicios más grandes en la historia electoral del país, por el número de cargos públicos que se disputarán (casi 20 mil).
2. Ganar la Presidencia de la República es el objetivo más importante, pero necesitamos ganar también, con nuestros aliados:
· la mayoría calificada en el Congreso de la Unión;
· la mayoría absoluta en los congresos locales en juego;
· las nueve gubernaturas en disputa;
· refrendar y ampliar nuestra presencia en la mayoría de los ayuntamientos por definir,
· al igual que las alcaldías de la Ciudad de México y las juntas municipales del país.
De poco serviría al proyecto de transformación nacional que sólo ganáramos la Presidencia de la República, pero no la mayoría en el Congreso de la Unión ni en los congresos locales. La Transformación sería rehén de la restauración.
Para que esto no nos suceda, necesitamos, ante todo y sobre todo, ir en unidad a la contienda.
No hablo de la unidad retórica o discursiva, que suele ser falsa o simulada, sino de la unidad orgánica, territorial y sincera; la que se obtiene mediante el diálogo, la negociación y los acuerdos.
Sobre todo, el respeto a los acuerdos.
Hablo de la unidad que se obtiene mediante la suma y la multiplicación de expresiones, no mediante la resta, la exclusión o imposición de grupos, grupúsculos o corrientes.
Venimos de un proceso interno que movilizó a la militancia y simpatizantes de MORENA.
La primera parte de este proceso concluyó satisfactoriamente, porque en 70 días, la preferencia ciudadana hacia nuestro movimiento creció 10 puntos en promedio.
Pero falta la segunda parte de esta movilización: garantizar la unidad.
Es momento de dejar atrás los personalismos y evolucionar hacia la organicidad del movimiento. Esto implica no caer en los “ismos” que han dado al traste con otras organizaciones de izquierda, como el sectarismo, el clientelismo, el corporativismo y el utilitarismo electorero.
Esta unidad orgánica nos permitirá enfrentar de mejor manera los retos que tenemos delante.
Uno, grande y desafiante, es atraer nuevamente a las clases medias mexicanas que estuvieron con nosotros en el 2018 y que, por diversas razones, se han alejado.
Debemos dialogar:
· con el empresariado nacionalista;
· con las y los profesionistas independientes;
· con trabajadoras y trabajadores;
· con los campesinos, que empiezan a alejarse;
· con los emprendedores que se sienten marginados de los beneficios;
· con los comerciantes que luchan cada día por mantener abiertas las fuentes de trabajo y cumplir con sus responsabilidades;
· con académicos, intelectuales, comunidades universitarias, asociaciones religiosas y actores de la sociedad civil.
Y no me refiero a los aspiracionistas que han hecho del individualismo posesivo su credo social y económico.
Hablo de los inspiracionistas que han hecho de la innovación, de la creatividad, del conocimiento y del respeto al medio ambiente una economía, una ciencia, una cultura y una forma democrática de vida.
Buena parte de ellos son jóvenes que, además de representar una tercera parte del electorado, son la fuerza generacional que le está dando a México la esperanza de un mejor futuro. Vayamos al encuentro con ellas y con ellos, ya, sin dilación y sin titubeos.
Los restauradores reaccionarios son capaces de todo. Incluso de pedir la intervención extranjera, si se ven perdidos.
Cada 12 años, la realización de elecciones presidenciales de México y Estados Unidos coinciden, y cada 12 años los conservadores de allá y de acá se unen para usar a México como piñata electoral. Cuando no es el fentanilo, es el pretextilo, con tal de meter las narices en nuestros comicios soberanos.
Por supuesto que ambos países debemos ayudar, cooperar y colaborar en los problemas y desafíos que nos imponen nuestras economías, crecientemente integradas a una agenda que incluye temas como narcotráfico, lavado de dinero, agua, contaminación, seguridad, comercio y trabajo.
Pero esto no podemos hacerlo bajo un trato de subordinación y cálculo electorero. Somos naciones amigas y soberanas; México no es una colonia arrodillada.
Para enfrentar esta presión, contamos con los mejores aliados posibles: nuestras y nuestros paisanos migrantes.
Casi 40 millones de residentes de origen mexicano pueden ser el mejor muro de contención contra el injerencismo y el cabildeo de los restauradores reaccionarios.
La mayor parte de nuestras y nuestros connacionales migrantes simpatizan con la Cuarta Transformación, no con la Restauración de Quinta. Y buena parte de ellos ya tienen el derecho a votar desde el exterior, pero no han podido ejercerlo adecuadamente.
Hagamos una campaña paralela, para que ellas y ellos allá, y sus familiares acá, refrenden su apoyo y simpatía por nuestro movimiento en la próxima contienda electoral.
Por último, no puedo dejar de mencionar al elefante en la sala, al enemigo público número uno de nuestra seguridad y nuestra democracia, que habrá de acechar no sólo a MORENA, sino a todos los actores políticos que concurrirán en la elección más grande de nuestra historia: me refiero a la intromisión de la delincuencia organizada en el proceso electoral, y su actuar violento.
Cuidemos el perfil de nuestras candidatas y candidatos, su seguridad, sus financiamientos, sus campañas. Cero tolerancia a la menor injerencia de este cisne negro en el proceso electoral.
Esto debería ser un propósito de nuestro movimiento, pero también de todos los partidos, actores políticos y fuerzas sociales, por encima de banderas y posturas ideológicas.
En una democracia, la violencia, el terror y el miedo, en cualquiera de sus manifestaciones, no pueden votar ni mucho menos vetar a nadie.
Gracias.